
La mayor parte de la sociedad no tiene ni idea de cómo ni por qué se desarrolla una adicción. Las administraciones lanzan sus campañas de prevención —unas con mejor fortuna que otras— y pretenden que los progenitores hagan. ¿Y qué pueden hacer estos? ¿Encerrar a sus hijos en casa hasta que cumplan la mayoría de edad? ¿Machacarlos con murgas sobre los riesgos que comporta el consumo de drogas? ¿Prohibirles ir con lo que ellos consideran “malas influencias”? ¿Darles libertad entendiendo que tienen que asumir sus responsabilidades?
¿Qué hacéis vosotros para evitar que vuestros retoños, por ejemplo, desarrollen un cáncer de piel? Exacto, averiguar cómo se desarrolla la enfermedad, observar su preciosa epidermis y ponerles la crema más adecuada desde bebés. ¿Por qué entonces no nos acercamos a entender cómo funciona la adicción?
La mayoría de la gente piensa que la adicción a las drogas se termina dando como consecuencia de la constante búsqueda de placer, que el adicto es un bala perdida que no ha sabido asumir sus responsabilidades y que todo le da igual, que lo único que le importa en esta vida es colocarse para sentir bienestar a todas horas y no tener que hacerse mayor. Sin embargo, lo que no saben, es que la sensación de placer va disminuyendo a medida que se avanza en el consumo, hasta que llega un momento en el que, por mucho que nos droguemos, no sentimos más que dolor.
Os preguntaréis que por qué seguimos consumiendo entonces. La gente de a pie suele explicar la adicción de dos maneras y ambas parece que podrían evitarse con un poco de fuerza de voluntad. El primer mito dice que el adicto ha generado un hábito de consumo. Un hábito es solo una manera eficiente de desarrollar la capacidad de llevar a cabo tareas repetitivas como cepillarnos los dientes, nunca veréis a alguien atrapado en un ciclo interminable y compulsivo de lavado de dientes, ¿por qué, si la adicción es un hábito, nos quedamos en bucle y no podemos parar de consumir? El segundo mito dice que, como superar el síndrome de abstinencia es tan difícil, para el adicto es imposible dejar de consumir. Sin embargo, sabemos que incluso en la heroína, los síntomas de abstinencia desaparecen a las dos semanas aproximadamente.
No sé a vosotros pero a mí me parecen argumentos bastante pobres para explicar una adicción. Por supuesto creo que la búsqueda de placer, el hábito o la dificultad de mantener la abstinencia una vez desarrollada la adicción, juegan un papel importante pero ¿son estos elementos suficientes para convertirse en adicto a las drogas?
En la década de los 80, se descubrió el papel de la dopamina y toda la comunidad científica consideró que era la responsable de regular la sensación de placer que obtenemos a partir del sexo, la comida y las drogas. Sin embargo, esta idea con el tiempo fue refutada, y hoy conocemos un pequeño gran matiz que puede ayudarnos a entender mejor lo que subyace bajo estos apetitos.
Para nuestro cerebro que nos “guste algo” es distinto a que “queramos algo”. De hecho, son dos experiencias psicológicas distintas. El “me gusta” se refiere al momento en el que, por ejemplo, yo me como un trozo de mi chocolate preferido. El “lo quiero” corresponde a ese momento en el que lo veo en la estantería de la sección de los niños y no sé muy bien si es para ellos o para mí. Pues bien, digamos, que la dopamina está detrás de ese “querer” y no del “gustar” que es lo que antaño se pensaba.
Existe un estudio en el que se observó que las ratas que no producían dopamina perdían el impulso de comer pero que, sin embargo, mantenían las reacciones faciales placenteras en el momento en el que se les ponía la comida en la boca. Hoy sabemos que todas las drogas de abuso desencadenan una oleada de dopamina, una auténtica fiebre de «querer» en el cerebro. Con el tiempo y el uso repetido de sustancias, el «lo quiero» aumenta, mientras que el «me gusta” disminuye. Esto es lo que conocemos como tolerancia.
El doctor Mike Robinson, catedrático de Psicología de la Wesleyan University, observa en este estudio que, al activar una pequeña subregión de la amígdala, una estructura cerebral conocida por su papel en el miedo y la emoción, las ratas se vuelven más propensas a mostrar comportamientos adictivos: disminuye su capacidad de concentración y aumenta rápidamente su ingesta de cocaína. La investigación sugiere que esta subregión podría estar involucrada en un «lo quiero» excesivo en seres humanos. Y esto, a su vez, supondría una tendencia a la toma de decisiones arriesgadas. Algo muy habitual en los adictos desde que inician el consumo.
Vale, ¿pero para qué me sirve todo esto?, te preguntarás. Pues me gustaría que te sirviera para asomarte a la idea de que detrás de la adicción no está la falta de fuerza de voluntad, ni la ausencia de responsabilidad o el pasotismo sistemático, sino más bien una serie de factores bioquímicos, genéticos y ambientales que, combinados, hacen que, si tu hijo tiene cierta vulnerabilidad a desarrollarla, pueda repetir el consumo y llegue un momento en el que el “lo quiero” ya no dependa de él.
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(Imagen: Mathieu Frossard)
18 comentarios
Carme
Buen articulo, hay que dar a conocer esta enfermedad que tanto dolor y sufrimiento genera a los adictos y a sus familiares, ademas de devolver la dignidad a quien la padecen pues siguen esta do estigmatizados y marginados todavia por la sociedad
Oihan Iturbide
La dignidad… eso es. Y para ello trabajamos.
Un fuerte abrazo, Carme.
Alexa
Exacto completamente de acuerdo… Sufrimos es todo dolor angustia condena, ya no se disfruta hace muchos años… Es una enfermedad… No estamos así pq queremos…
Rafael Valle Cantalejo
Por propia experiencia y gracias a Dios a un tratamiento ya limpio me parece muy interesante a la vez que muy bien explicado.
Oihan Iturbide
Gracias, Rafael. Me alegro de que te haya gustado.
Un abrazo!
Pablo
Muy interesante y divulgativo. Soy drogadicto abstinente, en tratamiento desde hace ya casi 4 años; casado, padre de 2 niñas preciosas y profesional de éxito. Los síndromes de abstinencia psicológicos todavía se mantienen y me atacan cada cierto tiempo. A pesar de esto, pertenezco a una élite de afortunados que ha caído en manos de profesionales que han sabido ayudarme; no todos los tratamientos son válidos, y casi ningún drogadicto logra la recuperación. Muchas gracias por tu artículo.
Oihan Iturbide
Gracias, Pablo. Y enhorabuena por seguir ahí.
Un abrazo fuerte.
Montse
Muy educativo…como siempre de DIEZ !!! Lo releo frecuentemente, hay que gravarlo en la mente. Gracias Oihan.
Madre de R.
Te quiero
Oihan Iturbide
Gracias a ti, siempre!!! Por aportar, por estar y por confiar.
Un abrazo gigante!!!
Consol Degollada
Gracias Oihan por tus aportaciones. Nos ayudan a entender esta cruel enfermedad. No se si eres consciente del bien que haces a los familiares, como es mi caso.
Un beso enorme. Tienes mucho mérito.
Consol.
Oihan Iturbide
Gracias a ti, Consol!!!
Es un verdadero placer tenerte en este barco.
Un fuerte abrazo.
DOLORS
Que artículo tan bien escrito, tan claro de entender!!. Pero la enfermedad es dura, y difícil de llevar para todos, incluso después de la «recuperación «, esto es largo, muy largo!!!
Oihan Iturbide
Gracias, Dolors.
Un beso grande.
Ines
Se supone que todo es opcional. Se le puede llamar enfermedad a todo si se quiere, sin embargo ,hay cosas como las drogas ,el alcohol ,el juego, el sexo ,etc que la gente lo hace porque quiere ,a nadie obligan a hacer esas cosas. E fermedades son otras sue todos conocemos. Esa es mi opinion.
Oihan Iturbide
Hola Inés, aquí tienes una anotación a tu comentario: https://fmaranzadi.org/blog/consumir-morir-solo-una-explicacion/
Un fuerte abrazo.
Ffv
Yo soy cocainómano de los que lo necesitan o piensan que lo necesitan y si ni lo tienen o en mi caso e estado como mucho un mes sin consumir me siento un mierda no me llena el apoyo y el cariño ofrecido tengo 31 años y llevó desde los doce todos los días seguidos y estoy en el extremo de querer quitarme la vida por el asco que me doy
Oihan Iturbide
Hola amigo, no sé dónde vives pero te recomiendo que hables con Narcóticos Anónimos. Allí encontrarás el apoyo que necesitas: https://www.narcoticosanonimos.es/
Un abrazo enorme desde aquí.