Cuando mi madre me llamó para contarme cómo había ido el taller de codependencia, sentí muchísima emoción. Comprendí que había sido uno de esos encuentros en los que las personas confían y se abandonan en los demás. Llevo doce años haciendo terapias de todo tipo y lo que he aprendido es que no hay forma de avanzar si nos protegemos del otro, si tenemos miedo a mostrarnos vulnerables. También he entendido que para poder confiar en los demás después de haber sido muy dañado a lo largo de tu vida, antes tienes que sentirte seguro. A medida que me contaba mi madre la experiencia del taller —y ahora leyendo todos vuestros comentarios—, pude identificar tres cuestiones básicas pero que cada vez estoy más convencido de que son primordiales para poder tener una vida en paz.

«La terapia del domingo me hizo sentir acompañada y comprendida por los compañeros. En los ejercicios me sentí segura de no estar sola en mi dolor y dejarme llevar con la seguridad de que alguien cuida de mí y no me dejará caer», dice Gloria recordándome la primera de ellas, la enorme importancia que tiene sentirse acompañado y seguro. «Mi experiencia en el taller fue muy agradable, me sentí protegida, sobre todo cuando iba con el pañuelo en los ojos, no sentía ni miedo ni angustia porque sabía que mi guía me protegía. Me sentí muy bien, y el que mi hermana estuviera allí conmigo me reconfortaba», cuando leo estas palabras de Mª José, me doy cuenta de cómo tenemos de normalizadas las sensaciones de “miedo y angustia”, cómo aprendemos a vivir con ellas y cómo agradecemos el hecho de sentirnos escuchados y comprendidos. «Gracias por estos talleres que nos ayudan a sacar las penas que sufrimos con esta enfermedad y a sentirnos más comprendidos», como dice Marisol. Y qué razón tiene Almudena al añadir: «Para mí fue un bálsamo para el alma. Un espacio para dejarte llevar sabiendo que eres totalmente escuchada y comprendida. Me hizo encajar más piezas en mi puzzle… Salí creyendo que mi vida podría cambiar. Solo depende de mí. Esta reflexión fue la sensación más reconfortante».

Y es que todo se podría resumir con esa expresión, “nuestro bienestar depende de nosotros” (con una pequeña ayudita, añadiría yo). La dificultad es que para tomar las riendas de nuestra vida, antes necesitamos sostener el miedo que vivimos y para eso tendremos que sentirnos “acompañados y seguros”. «Después de un año de trabajo personal, he vivido el taller desde otra perspectiva y más consciente y sobre todo entendiendo la dirección que debo seguir en mi crecimiento personal… Para mí todo empieza con el “darse cuenta”. Estoy muy contenta de haber podido participar y aprender el camino hacia mi INDEPENDENCIA y EMPODERAMIENTO, esas son mis metas», creo que en estas pocas líneas, Sandra expresa lo que para mí es la segunda cuestión más importante: “darse cuenta”. Mi experiencia me dice que cuando por fin te sientes seguro y bien acompañado, puedes empezar a “darte cuenta” de lo que vives, de cómo lo vives, de cómo lo expresas… Y eso te permite adquirir herramientas con las que ir más allá y acompañar bien las emociones que están provocando conductas que no nos ayudan. Como dice Eli: «Una nueva oportunidad para ir sanando las heridas y ganar en crecimiento personal», porque así es, tenemos muchas heridas infectadas y tapadas, heridas que nos duelen muchísimo y que ya no sabemos ni por qué. Inso utiliza unas palabras que me encantan: «Una mañana de domingo en calma, protegida, con curiosidad, sintiendo que estaba en el lugar donde quería estar. Acompañada y acompañando. Conociéndome, fortaleciéndome y muy agradecida a todos. Es una escuela de vida». “Sintiendo que estaba en el lugar donde quería estar…”. ¿Cuántas veces estáis a lo largo del día en lugares donde no queréis estar? ¿Cuántas veces queréis decir “no” pero decís “vale”? Creo que solo cuando nos “damos cuenta” de lo que vivimos, de lo que sentimos, somos capaces de elegir libremente, sin culpas ni miedos, solo con amor hacia los demás y hacia nosotros mismos.

Inso también expresa su bienestar al sentirse “acompañada y acompañando», y esta es la tercera cuestión que considero necesaria para vivir con plenitud, acompañar al otro en lo que vive. Mirarlo, verlo, considerarlo, entenderlo y en caso de no poder entender, no emitiendo juicios, solo darle la mano, un abrazo y hacerle sentir que no está solo. Cuando hacemos eso salimos de nuestro propio dolor y nos vamos al del otro. Nos sostenemos al mismo tiempo que sostenemos al otro y eso es súper satisfactorio. Yo confieso que lo hago poco, me sigue costando mucho sostenerme, digamos que he logrado sentirme seguro y acompañado durante muchos ratos del día (sobre todo por mí mismo) y ahora estoy en la fase de “darme cuenta” (¡y no salir corriendo!).

Sois muy valientes, lo que estáis haciendo es lo más difícil del mundo y la mayoría de la gente lo evita llenándose la vida de responsabilidades, de tareas, de planes… porque parar y mirarse a uno mismo es —y perdonar la expresión— muy jodido. Me ha emocionado leer—se lo transmitiré también a Pilar— todos vuestros mensajes de agradecimiento a ella y a mi madre. Este tipo de talleres no funcionarían sin vosotros, personas capaces de mostrar vuestra vulnerabilidad, capaces de atender y acompañar al otro, capaces de confiar, capaces de querer abandonar esa maldita oscuridad del túnel en el que estamos, y al que tan bien hace referencia Marceline. Nada nos hace más felices, Montse, que salgáis «reforzados a nivel personal», o que os «sintáis tan cuidados», Ángeles. Para nosotros, Rosa Mari, lo más bonito que nos podéis decir es que esto os «ayuda a sanar». A Mónica, Aida, Montse, Fidel, Mª Angels, Álvaro y al resto del grupo, un millón de gracias por vuestros preciosos mensajes de agradecimiento. Seguiremos intentándolo todos juntos:

  1. Buscando la manera de sentirnos seguros.
  2. Dándonos cuenta de lo que vivimos y de las emociones que hay detrás.
  3. Acompañando al otro en lo que vive mientras nos sostenemos.

Para terminar, me quedo con las sabias palabras de Pilar: «¡Gracias por un fin de semana sanador!». Y no olvidéis hacer como Eli y regar vuestra “petunia” particular. O lo que es lo mismo, vuestro increíble corazón.

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