
Cada uno de nosotros, a lo largo de la vida, «construye» un yo que le permite relacionarse con el mundo, un yo funcional con el que se maneja. Algunas veces ese yo es fiel a lo que realmente deseamos, otras tenemos tanto miedo que el yo acaba atrapado en la jaula de los «debo hacer», «debo ser», «qué pensarán de mí» o «si soy así me dejarán de querer». Ese tipo de jaulas nos oprimen y nos hacen renunciar a una vida más plena, más ligera, una vida de mayor paz en definitiva. Así funciona la gran mayoría de las personas. No obstante, los adictos vivimos dentro de una jaula todavía mayor y muchísimo más sofisticada. No somos conscientes de que estamos atrapados, como tampoco se dan cuenta las personas sanas de las jaulitas que habitan, solo que a nosotros no nos queda más remedio que salir de ellas o moriremos.
El yo enjaulado es «El personaje», el disfraz que hemos elaborado para poder sostener una vida de consumo. Los disfraces que podemos vestir son de distintos tipos y pueden ir cambiando a lo largo del tiempo. Está el disfraz de malote que es desde el que la persona actúa pasando de todo lo que ocurre a su alrededor, aparenta no sentir dolor, jamás muestra su vulnerabilidad, parece no importarle nada, va «a su bola», no da explicaciones por nada de lo que hace… En definitiva, está completamente solo pero esto le permite consumir y sentir que no le debe explicaciones a nadie. También tenemos el disfraz de la víctima desde el que la persona en todo momento muestra una actitud de vulnerabilidad impostada, siente que la vida es injusta, que los demás no se interesan por ella, que el trabajo no le va bien, que su pareja no le quiere como necesita, que sus hijos son unos ingratos, y mil causas más que justifican su consumo, ¿cómo va a dejar de consumir si todo le va mal? Luego está el disfraz de empresario/a de éxito, en este caso la persona actúa como si todo el mundo le debiera respeto y admiración, no se deja cuestionar, es soberbio y prepotente, nunca pide ayuda, subestima a los demás, juzga el comportamiento ajeno pero jamás se pone en duda a sí mismo, es redicho e impertinente… Todas estas estrategias le sirven para no ver su jaula y así poder seguir consumiendo porque «¿quién es nadie para decirle nada?».
Podría seguir, los disfraces son diversos y cada uno tiene sus matices. Darse cuenta de que uno está gobernado por su personaje, por el yo atemorizado, es una de las cosas más complejas que hay. Durante la rehabilitación, los terapeutas y compañeros de terapia te dicen en muchas ocasiones: «Está hablando tu personaje», «deja ya al personaje», «sal de una vez de tu personaje», «si no te desprendes del personaje, volverás consumir». Y así es, para eliminar algo tan importante como es el consumo en un adicto, hay que quitarse el disfraz, tomar conciencia de la jaula en la que vives, ser humilde, asumir que no sabes quién eres, pedir ayuda e ir, muy poco a poco, con el apoyo del grupo de terapia y con mucho trabajo personal, descubriendo quién eres en realidad y qué es lo que quieres. Porque vivir desde la Verdad es la única manera de dejar de consumir.
Como también lo es para todas esas personas que siguen en sus jaulitas, si quieren vivir en paz consigo mismas.
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Cada cierto tiempo iremos publicando palabras, expresiones que se utilizan en el tratamiento y que van envolviéndonos en un contexto escrupulosamente terapéutico (las podréis encontrar todas en la etiqueta “ DiccionarioFMA”).
Porque para dejar las drogas todo cuenta, hasta el lenguaje.