Al llegar a la estación de Sants aquella silenciosa mañana gris, con andar lento, triste, nos preguntábamos si seríamos capaces de afrontar un nuevo paso. Solo era un paso, pero nuestras maletas cargadas de culpa y sufrimiento pesaban toneladas. Tirando de ellas, con la mirada dirigida al suelo seco y sucio, concentrábamos los restos de nuestra fuerza en seguir caminando. Una nueva propuesta, para ayudarnos en el camino, nos esperaba unas calles más allá.

Unos papeles de periódico, una prenda usada y una tijera. Armados con unas herramientas tan elementales nos preparamos para afrontar una batalla pensada para conocernos mejor; en realidad, un taller de arte que cauterice y sane algo de la herida abierta en nuestro interior. Son batallas incruentas, casi pacíficas. No pueden ser de otra manera con la sonrisa de María Aranzadi y la empatía de Pilar Orgillés, dirigiendo un taller en el que aprendemos a transformar ropa vieja en una creación nueva. La materia inerte extraída de un cajón, del baúl de los recuerdos, se convierte en arte vivo; material textil cargado de sensaciones, de afectos o apegos, de peso de nuestra historia personal, se transforma en una sensación ligera, vaporosa, que te reconforta y te impulsa. Anclas convertidas en velas, raíces transmutadas en alas.

Abrimos los ojos con una inmensa tensión nerviosa desde hace meses, para entender lo que nos ocurre. Parece que por fin vemos, pero lo que pasa por nuestra retina es más bien una pesadilla de la que nos gustaría huir. A veces, con todo el dolor del alma, preferiríamos quedarnos ciegos. Creemos que tiene que ser una pesadilla, como piensa cualquier padre cuando le dicen que han atropellado a su hijo o que a su hija le han diagnosticado cáncer. El primer gran paso es asumir que necesitas ayuda, que no puede uno solo, que únicamente aceptando ayuda puedes ayudar a tu hijo. Entonces empieza una transformación. Paralela a la de tu ser querido. La aceptación permite hacer más rápido, más sólido, ese cambio.

Necesitamos aprender a ser distintos, ser otros. A pesar de saberlo ¡cuánto temor genera! ¡Qué reacios somos al cambio! Es el miedo lo que nos paraliza y nos deja anquilosados. Superarlo es una tarea constante desde la niñez. Con miedo no hay transformación o evolución posible, no hay vida verdadera. Es necesario superarlo, mucho más cuando la vida te golpea y deviene indispensable transformarse para soportarlo y continuar.

Nos sentimos agradecidos cuando alguien nos abraza y nos ofrece un ejemplo de ese cambio que nos hace mejores. La pieza de ropa, algo material, viejo, se convierte en un mensaje al futuro, en una ilusión nueva. Afectos desgastados, pesados, inútiles, se transforman en nuevas percepciones, ideas originales, cariños recién nacidos. El taller de arte es una herramienta para superar apegos que nos lastran, romper cuerdas que nos atan, pulverizar piedras de molino colgadas del cuello.

Las palabras de Pilar animan a todos, nos liberan de inseguridades y timideces. Ella nos muestra cómo con colores, lanas, pinceles, hilos o agujas podemos descubrir en el fondo de nuestras almas doloridas nuevas sensaciones, nos muestra que somos capaces de continuar. Ver cómo aquellos que parecían débiles se transmutan en ejemplo de entereza, nos da fuerzas renovadas.

El arte transforma un simple pigmento en un mensaje, en una idea. Y eso nos hace humanos; lo simbólico nos remodela, nos recrea, y nos permite dejar atrás la condición de simio.

Tirado en el suelo, manchándome de pegamento y pintura, empiezo a percibir que voy cambiando, me siento dentro del matraz de un alquimista. ¿Acaso no representaba el máximo objetivo del conocimiento y la pureza convertir el plomo en oro? Pinto, corto, pego y me siento un poco menos plomo. Para mí es como convertirme en un hombre lobo, el cambio es brutal. Jamás pude imaginar que la razón no sería la única guía de mi vida. Una cura de humildad me permite entender que lo espiritual y los sentimientos juegan un papel esencial también.

Con todo, lo mejor no es cómo me transformo yo, sino el impacto que los demás producen en mí. Jóvenes chicas valientes, viejos hippies, madres abnegadas, señores elegantes. A veces las lágrimas son el mejor ejemplo; vidas tan distintas y tan semejantes. Al hablar de nuestras ilusiones y esperanzas y de nuestra necesidad de dejar atrás el sufrimiento, conseguimos una comunión entre un grupo tan heterogéneo de desconocidos. Nos unimos, entendemos lo que los otros han querido hacer para trasformar su prenda. Vivimos juntos el proceso, con pleno respeto. Todos nos vemos solos e impotentes, y sin embargo conseguimos hacer arte. Conseguimos cambiar nuestra vida dándonos un agarradero simbólico durante unos minutos. ¡Algo tan difícil! Me viene a la cabeza la conversión del pan en cuerpo divino. Transubstanciación. Necesitamos algo parecido, sin necesidad de que sea un sacramento. Necesitamos una intervención que transforme el dolor en esperanza. El arte como mecanismo de transformación, que nos proporciona la belleza y la alegría de sentirnos vivos.

Salimos de allí encantados del proceso, de lo que habíamos extraído de nuestro interior, agradecidos, más humildes, mejores. Con las emociones a flor de piel, pero con las mochilas y maletas más livianas.

Iniciamos el regreso. Tras unos minutos de andar ligero, echo la vista atrás y podría jurar que en el suelo de la calle Badalona crecía una fina y limpia hierba fresca, regada con las lágrimas que habíamos ido dejando caer. Del nuevo camino verde levanto la vista a un cielo luminoso y respiro hondo; de una terraza sale una música alegre que me acompaña hasta que subo al tren. Toca seguir el camino, arrastrando la misma carga que ahora nos parece más llevadera. Llegar a Ítaca, con algo más de conocimiento que al salir del punto de partida, tratando de ser mejores, sigue siendo el reto. Ahora gracias a María y a Pilar, gracias a la ayuda de las personas que encuentras en esa travesía, afrontamos con más esperanza el resto de la vida. Un largo camino a cuyo final llegamos siempre transformados.

Jose Manuel Cajigas
Diciembre 2018


(Imagen: Violeta Lópiz)

Un comentario

  • Pilar Orgillés Boquera

    José Manuel, agradecerte el fabuloso artículo y felicitarte por el. No tan solo esta redactado con una enorme destreza y sensibilidad, si no que des de mi punto de vista has entendido perfectamente la eséncia del arteterapia. Si me lo permites me gustará poderlo participar a otras personas. Un saludo !

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